sábado, 28 de febrero de 2009

Recordar la expulsión de los moriscos.

Desde el diario Levante, se nos invita a recordar la expulsión de los moriscos, calificándolo de "limpieza étnica" y de intolerancia religiosa y política.
El autor del artículo, comienza el mismo, cómo no, haciendo alusión a un supuesto despilfarro de la Generalidad Valenciana que, celebró en 2008 los 800 años del nacimiento de Jaime I. En un alarde de ignorancia llama a este fundador de Valencia cuando, en honor a la verdad, no la fundó, sino que la conquistó o mejor dicho, reconquistó.
No contento con esto, continúa el artículo denunciando el silencio del Gobierno valenciano en materia de lo que él llama la principal efeméride de 2009: los 400 años de la expulsión de los moriscos de Valencia.
Al escribir el citado artículo, su autor nos muestra, no sólo su ignorancia histórica, sino también su antiespañolismo. Se incluye en el citado diario una viñeta cómica de muy mal gusto.

No es un episodio agradable de nuestra historia. pero la historia no siempre es agradable. En todo caso, se trata de un hecho que hay que juzgar con conocimiento de sus causas - religiosas, políticas y militares - y en su contexto, tanto interior como exterior. Otras naciones expulsaron a sus minorías. España expulsó a los moriscos. ¿Había otra solución?. Esa es la pregunta. 
Así concluye el capítulo 35 del libro "La gesta española", de José Javier Esparza, titulado "La expulsión de los moriscos", donde lo explica todo con tal sencillez, que hasta el cateto escritor del diario Levante lo podrá entender.
A continuación escribo punto por punto el citado capítulo para ilustrar las mentes cerradas de los rojiprogres:

Dentro de la Leyenda Negra antiespañola hay algunos asuntos que son permanentes y que, además, han terminado siendo asumidos por los propios españoles como borrones de nuestra historia. Entre esos asuntos están las expulsiones de las minorías étnicas, judios y moriscos, del siglo XV al siglo XVII. Son cuestiones polémicas, sin duda, pero algo debe quedar claro: no se trató de decisiones arbitrarias de un poder despótico y racista, sino que obedecieron a motivaciones políticas, religiosas y sociales de hondo calado. Ya nos hemos ocupado de la expulsión de los judíos. Hablemos ahora de los moriscos. ¿Por qué España expulsó a los moriscos? Lo vamos a explicar.

*

Quizás haya que empezar por el principio: ¿Por qué había moriscos en España?¿Qué eran exactamente los moriscos?
Tras la toma de Granada por los Reyes Católicos, concluye la Reconquista. ¿Qué ocurre con la población mora?
Inicialmente, las capitulaciones de la conquista permitían a los musulmanes mantener su religión, sus costumbres y sus leyes. Pronto, sin embargo, la situación se hace insostenible. En parte, por la intransigencia de los vencedores; en parte por la deslealtad de algunos cabecillas vencidos del viejo Reino de Granada. El hecho es que apenas diez años después, entre 1500 y 1502, el cardenal Cisneros, que es el hombre fuerte del país, decide forzar la conversión: que todos los musulmanes españoles, los mudéjares, se hagan cristianos, y los que no quieran, que se vayan. Muchos se marcharán, pero la gran mayoría se quedará. Esos apresurados conversos son los moriscos.
¿Y cómo se sabía que eran moriscos, si se habían convertido?. Pues porque conservaban todos los rasgos de la cultura árabe: las vestimentas, los ritos sociales, las costumbres, la escritura, la lengua y según se vería después, en muchos casos, secretamente, también la religión.
Pese a los decretos de conversión forzosa, el poder les había dejado en paz. Por una razón muy importante: la inmensa mayoría de los moriscos trabajaba en el campo, eran la base del sistema señorial en el sur, y ellos mismos, los moriscos, se las habían arreglado para agradar al emperador con sustanciosos donativos. De modo que, a lo largo del siglo XVI, los moriscos formaban una comunidad étnica singular, formalmente cristiana, pero de cultura musulmana y separada del país.

La rebelión de las Alpujarras.
La Corona habría podido mantener esa situación indefinidamente sin el menor problema, pero en la época de Felipe II surgió un terrible contratiempo: el poder otomano se extendía al Mediterráneo occidental, los piratas berberiscos asolaban las costas españolas y el rey temía seriamente que los musulmanes intentaran entrar de nuevo en España. ¿En quién podrían apoyarse los musulmanes para esta invasión? En los moriscos, por supuesto. ¿Y era justo desconfiar de los moriscos? A partir de ese momento, hacia 1560, sí. Las Alpujarras, una zona del reino de Granada mayoritariamente morisca, se había convertido en un permanente escenario de conflicto. Todo empezó con la aparición de bandas de salteadores de caminos, los llamados «monfíes», que atacaban las posesiones de los cristianos viejos y asesinaban a los colonos. Felipe II, en respuesta, decidió prohibir las manifestaciones externas de la cultura musulmana: la lengua árabe, los atuendos, las ceremonias....Así comenzó la rebelión de las Alpujarras.
 Estamos en 1569. La rebelión de las Alpujarras no fue un motín callejero. Fue un levantamiento político y militar. Los moriscos eligieron rey: Fernando de Córdoba y Válor, descendiente de la familia califal cordobesa, que recuperó su nombre árabe de Abén Omeya (Abén Humeya, le llaman las crónicas). La sublevación estuvo apoyada económicamente desde Argelia. Contó con ayuda berebere y turca. Corrió como la pólvora por todas las zonas de mayoría musulmana. En 1569 los sublevados eran 4.000; al año siguiente ya eran 25.000. A Felipe II le sorprendió con todos sus ejércitos en Flandes. La población cristiana, indefensa fue masacrada. El poeta y diplomático Diego Hurtado de Mendoza, testigo de los hechos, lo describió así en su Guerra de Granada:

Comenzaron por el Alpujarra, río de Almería, Boloduí y otras partes, a perseguir a los cristianos viejos, profanar y quemar las iglesias con el sacramento, martirizar religiosos y cristianos, que, o por ser contrarios a su ley, o por haberlos adoctrinado en la nuestra, o por haberlos ofendido, les eran odiosos. En Guecija, lugar del río de Almería, quemaron por voto un convento de frailes agustinos, que se recogieron a la torre, echándoles por un agujero de lo alto aceite hirviendo, sirviéndose de la abundancia que Dios les dio en aquella tierra, para ahogar a sus frailes. Inventaban nuevos géneros de tormentos: al cura de Mairena le hincharon de pólvora y pusiéronle fuego; al vicario enterraron vivo hasta la cintura, y lo asaetearon; a otros lo mismo, pero dejándolos morir de hambre. Cortaron a otros los miembros, y entregáronlos a las mujeres, que con agujas los matasen; a quien apedrearon, a quien hirieron con cañas, desollaron, despeñaron; y a los hijos de Arce, alcaide de La Peza, a uno lo degollaron, y al otro crucificaron, azotándole, e hiriéndole en el costado primero que muriese. Sufriólo el mozo, y mostró contentarse de la muerte conforme a la de Nuestro Redentor, aunque en la vida fue todo al contrario; y murió confortando al hermano que descabezaron. Estas crueldades hicieron los ofendidos por vengarse; los monfíes por costumbre convertida en naturaleza.

 Hurtado de Mendoza no era un testigo imparcial: mandaba uno de los ejércitos españoles contra aquella rebelión. Pero no debía de andar muy descaminado, porque las crueldades de los moriscos constan de manera fehaciente. Tan fehaciente que incluso se las aplicaron a sí mismos. Hay que olvidar la imagen de unas comunidades de tranquilos campesinos que se sublevan porque quieren defender sus costumbres musulmanas. Cuando los moriscos sitian Granada, esperando que sus hermanos de la ciudad se les unan, éstos deciden ponerse del lado de la Corona: no se fiaban de la fama de sanguinarios que acompañaba a los contingentes de Abén Omeya. La verdad es que la rebelión de las Alpujarras fue una orgía de sangre que terminó volviéndose contra los propios moriscos, y así apuñalado por sus hombres, muere su líder, Abén Omeya. Le sustituye su primo, Abén Abú.
 Para entonces los españoles ya han podido reunir un gran ejército. Al principio la guerra ha sido una dura pugna de emboscadas en las serranías, donde las milicias andaluzas han podido contener la expansión de los facciosos, pero poco más. Pronto, sin embargo, la Corona moviliza un fuerte contingente de tercios traídos de Flandes y Levante, capitaneados nada menos que por don Juan de Austria, el hermanastro del rey. Juan de Austria fue implacable: pasó a la ofensiva, tomó ciudades, trató al enemigo con enorme violencia. Consiguió su propósito, que no era sino descorazonar a los moriscos, desacreditar a sus jefes y forzarles a pactar una paz. Es mayo de 1570 cuando El Habaqui, uno de los líderes moriscos firma la paz. Los últimos sublevados, reunidos en torno a Abén Abú, tratan de hacerse fuertes en las cuevas de la sierra, pero no son enemigos para los tercios; de hecho, pronto empiezan a pelearse entre sí. Primero, los hombres de Abén Abú matan a El Habaqui. Después Abén Abú morirá a su vez, apuñalado por sus hombres, como murió Abén Omeya.
 Esto son solo los últimos coletazos. La suerte ya está echada. Felipe II, para conjurar cualquier nueva rebelión, ordena el destierro de los moriscos de las Alpujarras. No los expulsa de España, sino que los traslada a otras regiones de la península, sobre todo a Extremadura y La Mancha. Allí restablecen sus comunidades, ahora bajo extrema vigilancia. Hay que insistir en la descripción exacta de la situación: pese a la violencia de la guerra de las Alpujarras, Felipe II no expulsa a los moriscos, sino que deporta dentro de España a los sublevados y mantiene en sus tierras a los otros moriscos de Aragón y Valencia. ¿Ha terminado el problema? No.

La expulsión
Los moriscos siguen siendo lo que son: comunidades de cristianos en superficie, que en realidad quieren ser musulmanes. En Valencia se organizan como reino de los cristianos nuevos de moro. Aspiran a una singularidad política en sus relaciones con los señores de la tierra y con la Corona, y al mismo tiempo tienden lazos con África, con Venecia, con Francia..., enemigos de España. La Corona, es decir, Felipe II, nunca ha abandonado la idea de expulsarlos; es la presión de los señores, de los propietarios, la que los mantiene aquí. El compromiso, una vez más, habría podido funcionar, pero, por un lado, la amenaza de los piratas berberiscos seguía existiendo, el recuerdo de la rebeilón de las Alpujarras se mantenía muy vivo, la desconfianza de la población cristiana era invencible. Algunas interpretaciones históricas aluden a un fenómeno de racismo. No es verdad:nadie pensó en expulsar a los gitanos, por ejemplo, ni a los irlandeses. El problema era otro: de política interior y de política exterior. Y terminó reventando a finales del siglo XVII. Fue Felipe III quién tomó la decisión en 1609. No será un proceso inmediato: la expulsión se realizará en fases sucesivas hasta 1616. La cifra exacta está sometida a discusión. En aquella época había en España unos 300.000 moriscos. Los expulsados del país fueron unos 275.000. Un testimonio del siglo posterior, el del franciscano Juan Lendínez, de Torredonjimeno, proporciona datos que se aproximan bastante:

Del Reino de Valencia salieron para el África cerca de ciento cuarenta mil; con algunos que por rebeldes fueron puestos al remo. De Aragón y Cataluña salieron setenta mil; de Castilla la Vieja y la Nueva, La Mancha y Extremadura, otros setenta mil, con tres mil que salieron de Hornachos, y de los Reinos de Andalucía salieron treinta mil que en todos suman trescientos y diez mil personas. Permitióseles llevar sus bienes muebles y semovientes, quedando los raíces a favor de los Señores de los Lugares de quien eran vasallos, en Valencia, Aragón y Cataluña; y en los demás Reinos se aplicaron al Real fisco. Dícese que pereció la mayor parte, y que los demás, dondequiera que llegaron, fueron mal recibidos y tratados; y así afirman ellos que esta expulsión fue la mayor calamidad que han sufrido ellos mismos. Antes de Salir de España, manifestaron cuán bien merecido tenían este castigo, por secuaces de su Profeta falso; y de consiguiente se casaron con muchas mujeres, confesando ser cristianos en la apariencia, y de corazón observadores de Alcorán de Mahoma. Los moriscos de La Mancha fueron conducidos por los pueblos de Jaén; lo que causó notable sentimiento de la piedad cristiana de sus moradores, especialmente, la inocencia de los niños, que padecían la pena que sus padres merecían.

 Lendínez probablemente exagera las cifras. En todo caso, esa fue la imagen que se hizo España de la expulsión de los moriscos.

*

Y ahora, la cuestión fundamental: ¿se obró bien?, ¿se obró mal?; ¿fue bueno para el país?, ¿fue malo?. Uno de los grandes historiadores de este periodo, el inglés John Elliot, cuyo libro La España imperial sigue siendo fuente de autoridad, formula un juicio muy ponderado que vamos a repetir palabra por palabra. Dice así:

Resulta plausible la creencia de que la expulsión era la única solución posible. Fundamentalmente la cuestión morisca era la de una minoría racial no asimilada - y posiblemente no asimilable - que había ocasionado trastornos constantes desde la conquista de Granada. La dispersión de los moriscos por toda Castilla, después de la represión de la segunda rebelión de las Alpujarras, en 1570, sólo había complicado el problema extendiéndolo a áreas hasta entonces libres de población morisca. A partir de 1570 el problema morisco fue un problema tan castellano como valenciano o aragonés, aunque sus características variasen de una región a otra.

 En esas condiciones, la pregunta no es si la expulsión fue buena o mala, sino si acaso había realmente otra opción.
No es un episodio agradable de nuestra historia. pero la historia no siempre es agradable. En todo caso, se trata de un hecho que hay que juzgar con conocimiento de sus causas - religiosas, políticas y militares - y en su contexto, tanto interior como exterior. Otras naciones expulsaron a sus minorías. España expulsó a los moriscos. ¿Había otra solución?. Esa es la pregunta.

jueves, 26 de febrero de 2009

El chino mandarín en la enseñanza.

El chino mandarín será la nueva asignatura que se impartirá en los centros públicos de la Comunidad Valenciana a partir del curso 2010-2011. Lo anunció este miércoles el consejero de Educación Alejandro Font de Mora, matizando que la asignatura será optativa para los alumnos de Secundaria y Bachillerato.
Algunos centros en la Comunidad imparten desde hace años esta lengua, incluso entre los alumnos más pequeños. Así, el Grupo Iale-Elian´s se anticipó a la apuesta por el plurilingüismo. De este modo, los escolares de estos centros estudian chino desde hace cuatro años, junto a otros idiomas como el inglés, francés y alemán.

Aprender un idioma es útil para comunicarnos; y es, precisamente, la comunicación, el primer instrumento para el aprendizaje en cualquier área.
Con el castellano y el inglés, podemos comunicarnos con más de
1.500 millones de personas, y añadiendo el mandarín,  llegaríamos a los 3.000 millones de hablantes.
Una de las causas posibles que veo en la introducción de nuevos idiomas en la enseñanza es la gran cantidad de inmigrantes que vienen a nuestro país. También es útil para viajar y es muy necesario para encontrar un empleo.

Quiero matizar que es muy importante: 
  • En primer lugar, conocer bien nuestro idioma, dado que es el que nos relaciona con las personas de nuestro propio país y además sirve de base para el aprendizaje del resto de idiomas.
    La pena, es que en la actualidad, y gracias al sistema educativo tan avanzado e inteligente, salen muchísimos universitarios que no alcanzan los niveles mínimos de escritura y vocabulario. Por no hablar del fracaso escolar.
  • En segundo lugar, considero muy importante un idioma que sume y no un idioma que reste. Es decir, elegir un idioma en base a la cantidad de hablantes que lo usan. Por lo tanto, creo que en esta línea están el castellano, francés, inglés, alemán, mandarín, etc.
    Y relegar a un segundo plano (no eliminarlas, de eso ya se encargará el tiempo), lenguas que se hablan minoritariamente y que se usan hoy en día como herramienta política y de división entre las personas (en contra de la utilidad que debe tener un idioma), véase cualquier idioma autonómico español, por muy cooficial que sea.
    A nadie se le ocurre hoy dirigirse a otro en latín, arameo o griego antiguo. Son lenguas muertas y vayan todos mis respetos para ellas y para los que las quieran aprender.

martes, 24 de febrero de 2009

Zapatero: "mi padre me ha dado muchos consejos".

Zp, para ser convincente al hablar, primero te lo tienes que creer tú.




Zapatero se sienta en el plató de Antena 3, para ser entrevistado por la directora de los Informativos de la cadena de Planeta, Gloria Lomana.
La entrevista fue meramente anecdótica y aunque, no sin alguna pregunta medianamente comprometida, parecía que se seguía un guión.

El presidente se refirió ante las cámaras de Antena 3 a la dimisión de Bermejo como un hecho "que merece un aplauso" .
Y más aplausos merecerían si dimitieran todos de golpe.

En la recta final de la entrevista, la directora de Informativos de Antena 3 le preguntó si habla mucho de política con su mujer, Sonsoles Espinosa. "Es una persona que siempre me apoya pero no interviene. Pocas veces me da su opinión", contestó. Aunque, según él, quien sí le da consejos -más en los primeros años que ahora- es su padre (Juan Rodríguez García-Lozano). No hubo tiempo para aclarar si le hace caso o no.

A tenor de lo que se vive hoy en España, perfectamente podría ser el padre de Zp el que gobierne en la sombra; a saber:

  • León honra con una calle a las víctimas del franquismo. El abuelo de Zapatero fue fusilado en el mismo lugar del homenaje. La calle llevará el nombre de Jerónima y Fernando, para despistar.
    Me imagino al padre de Zp dando el coñazo a su hijo: "que se haga justicia con tu abuelo".
  • El Ejecutivo estudia gastar 240.000 euros en eliminar un escudo franquista de los cristales de la Academia del Ejército en Toledo.
    No es difícil imaginar al padre de ZP: "que no quede nigún recuerdo del franquismo".
  • Bermejo fue el que dijo que él era un juez de izquierdas y que actuaba como tal.
    El padre de Zp diría algo así: "que se haga justicia de izquierdas y para las izquierdas".
  • España en crisis (la mayor de su historia), las cifras del paro aumentan cada día que pasa, se permite el asesinato de inocentes indefensos (aborto y eutanasia), las empresas españolas cierran o se venden a extranjeros para poder sobrevivir, la delincuencia, la inmigración, el terrorismo, etc., etc.
Zp, ya le puedes decir a tu padre: "misión cumplida, papá, España es socialista, el abuelo estaría orgulloso de mis grandes logros". En efecto, España es socialista: todos igual de pobres, menos la casta política.
Visto esto, queda demostrado que Zp gobierna España para sus propios intereses y los de su familia. El resto de españoles no importa para nada.

martes, 17 de febrero de 2009

LA BÚSQUEDA DEL CENTRO POR LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Navegando por la red me encontré con esta reflexión hecha por Juan Aznar Sánchez. Leer el artículo, porque no tiene desperdicio. Os dejo unos "recortes" del mismo:

(....)un señor se levanta de la cama y se entera que milita en algo que ignoraba. Lo aceptará por disciplina de Partido y porque se presupone que al hacerse tales afirmaciones se pretende ganar votos de un sector ambiguo, de indecisos...

Quizá los que están dentro de la política, acalorados por su quehacer, no se dan cuenta de las contradicciones y de las barbaridades que se dicen y escuchan. Nosotros, desde fuera, a veces más que sorprendernos, alucinamos.

Por lo visto, lo importante aquí es ganar, al precio que sea. Pero es que el pueblo desea vencedores, quiere líderes y el tema de la coherencia con los principios y la filosofía...es algo que, posiblemente, queda en el rincón de un caserón. Se justifica todo y se habla de " evolución", " reajuste", " adaptación a la coyuntura del momento...", simples palabras para lacrar un tema.

Las consecuencias de todo esto es muy sencilla: las palabras " izquierdas ", "derechas" , "centro" ...ya no tienen el contenido político de antaño y juegan como simples puntos de referencia para abrigar grupos que, en suma, harán la política que les interese o que les permitan hacer.


Es una pena que se juegue con la palabra "centro" (así como con tantas otras cosas), y que se use de comodín, para ganar una batalla electoral. Algo les debe fallar a las opciones políticas existentes, cuando no son capaces de ganar por sí mismas y se vuelven flexibles y acomodaticias a ideas, que no son compatibles con el ideario del partido.
Hay una gran crisis de líderes políticos, que sean capaces de movilizar a la gente y no de ir como veletas según sople el viento; y estos vaivenes, no hacen otra cosa que afianzar al pueblo en la desconfianza de los dirigentes de sus partidos.

Otro gran problema es la cantidad de partidos políticos existentes. Es como los bares o las tiendas de "todo a cien", no hay calle que no encuentres uno u otro y, cuando no, los dos.

domingo, 15 de febrero de 2009

¿Porqué no te callas?......otra vez.

A cualquier imbécil en este país se le permite opinar y se le aplaude aunque diga la tontería y la sandez mas grande (el Nunca Mais, el No a la Guerra, el cánon de la SGAE, etc.).

Pero si eres coherente y defiendes unos valores (tales como la libertad, el derecho a la vida, la familia, la religión, etc.), entonces está mal visto y es mejor callarse.

La Reina, Doña Sofía, en el libro La Reina muy de cerca, escrito por la periodista Pilar Urbano, afirma que las uniones homosexuales no pueden llamarse matrimonio, que "la vida y la muerte no están en nuestras manos" y se muestra partidaria de la enseñanza de la Religión en la escuela.

Las asociaciones de gays y lesbianas no tardaron en pedir explicaciones y una rectificación a la Casa Real.

La secretaria de Política Internacional y Cooperación del PSOE, Elena Valenciano, ha dicho que Luis Herrero no debería haber hecho tales declaraciones contra Chávez. Elena Valenciano, de visita por Marruecos, no ha desperdiciado la ocasión para insistir en que Luis Herrero debería haberse callado. Dice la secretaria de Política Internacional que las misiones de observación están para observar.

Jaime Mayor Oreja, también muchos españoles (entre los que me incluyo) y venezolanos, considera de vergüenza las palabras emitidas por Elena Valenciano.

Hoy debería de recordarle alguien a Chávez, el famoso "por qué no te callas" del Rey y, ¿porqué no?, que se lo aplique, de paso, la señora Valenciano.

Parece que en España sólo tienen la palabra los "giliprogres" de siempre y se hace callar al que no piensa igual. Maldita dictadura socialista nos espera como no paremos esto.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Refutando a Carl Sagan.




Navegando por la red, me encontré, por casualidad, con el libro de Carl Sagan titulado "Miles de millones. Pensamientos de vida y muerte en la antesala del milenio" (Título original: Billions and Billions). El hallazgo, no habría pasado de ser una mera anécdota de no ser que, al leer el índice, en su Tercera parte, leo:
15. ABORTO: ¿ES POSIBLE TOMAR AL MISMO TIEMPO PARTIDO POR «LA VIDA» Y «LA ELECCIÓN»?




Y me pregunto yo: ¿qué puede decir un astrónomo del aborto? ¿hará un estudio científicamente objetivo? ¿nos dará su opinión personal?. Las respuestas a estas y otras preguntas se me despejaron pronto conforme iba avanzando en la lectura.



Este señor, nos dice, citando a John Dewey, que "La humanidad gusta de pensar en términos de extremos opuestos. Está acostumbrada a formular sus creencias bajo la forma de «o esto o lo otro», entre los que no reconoce posibilidades intermedias. Cuando se la fuerza a reconocer que no cabe optar por los extremos, todavía sigue inclinada a mantener que son válidos en teoría, pero que en las cuestiones prácticas las circunstancias nos obligan a llegar a un compromiso."

Paso a destacar los textos que me llenaron de estupor:


¿Es ilícito interrumpir un embarazo? ¿Siempre? ¿A veces? ¿Nunca? ¿Cómo decidir? Escribimos este artículo para entender mejor cuáles son las posturas enfrentadas y para ver si conseguimos hallar una posición que satisfaga ambas. ¿No existe término medio?


...¿debemos permitir que el Estado intervenga en los aspectos más íntimos y personales de nuestra vida?, ¿dónde están los límites de la libertad?, ¿qué significa ser humano?


Respecto de los múltiples puntos de vista, existe la extendida opinión —sobre todo en los medios de comunicación, que rara vez tienen el tiempo o la inclinación debidos para establecer distinciones sutiles— de que sólo existen dos: «pro elección» y «pro vida».


...pocos desearán ser incluidos entre los adversarios de la libertad de elección o los enemigos de la vida. La libertad y la vida son, desde luego, dos de nuestros valores más apreciados, y aquí parecen hallarse en un conflicto fundamental.


Resulta difícil sostener que en el momento del parto sobreviene abruptamente una transformación hacia la personalidad plena. ¿Por qué, pues, debería considerarse asesinato matar a un bebé el día después de nacer pero no el día antes?


¿Abarca el «derecho innato de una mujer a controlar su propio cuerpo» el de matar a un feto casi completamente desarrollado y que, a todos los fines, resulta idéntico a un recién nacido?


Si resulta inadmisible suspender un embarazo en el noveno mes, ¿qué sucede con el octavo, el séptimo, el sexto...? ¿No cabe deducir que el Estado puede intervenir en cualquier momento si reconocemos su capacidad para actuar en un determinado momento del embarazo? Esto invoca el espectro de unos legisladores, predominantemente varones y opulentos, decidiendo que mujeres que viven en la pobreza carguen con unos niños que no pueden permitirse el lujo de criar; obligando a adolescentes a traer al mundo hijos para los que no están emocionalmente preparadas; diciendo a las mujeres que aspiran a una carrera profesional que deben renunciar a sus sueños, quedarse en casa y criar niños; y, lo peor de todo, condenando a las víctimas de violaciones e incestos a aceptar sin más la prole de sus agresores. Las prohibiciones legislativas del aborto suscitan la sospecha de que su auténtico propósito sea controlar la independencia y la sexualidad de las mujeres. ¿Con qué derecho los legisladores se permiten decir a las mujeres qué deben hacer con su cuerpo? La privación de la libertad de reproducción es degradante. Las mujeres ya están hartas de ser avasalladas.


¿No es deber del Estado impedir que se elimine un feto si ese acto constituye de hecho el asesinato de un ser humano? Se supone que una de las funciones del Estado es proteger al débil frente al fuerte.

Si no nos oponemos al aborto en alguna etapa del embarazo, ¿no existe el peligro de considerar a toda una categoría de seres humanos indigna de nuestra protección y respeto? ¿No es ésa una de las características del sexismo, el racismo, el nacionalismo y el fanatismo religioso? ¿Acaso quienes se dedican a combatir tales injusticias no deberían evitar escrupulosamente que se cometa otra?


...el homicidio ocasional es un hecho corriente en las ciudades y libramos guerras «convencionales» con un coste tan elevado que por lo general preferimos no pensar el homicidio ocasional es un hecho corriente en las ciudades y libramos guerras «convencionales» con un coste tan elevado que por lo general preferimos no pensar demasiado en ello. (Significativamente, suelen justificarse las matanzas en masa organizadas por los estados redefiniendo como subhumanos a nuestros adversarios de raza, nacionalidad, religión o ideología.) Esa protección, ese derecho a la vida, no reza para los 40.000 niños menores de cinco años que mueren cada día en el planeta por causa de inanición, deshidratación, enfermedades y negligencias que habrían podido evitarse.


La mayoría de quienes defienden el «derecho a la vida» no se refieren a cualquier tipo de vida, sino, especial y singularmente, a la vida humana. También ellos, como los partidarios de la elección, deben decidir qué distingue a un ser humano de otros animales y en qué momento de la gestación emergen esas cualidades específicamente humanas, sean cuales fueren.


Pese a las numerosas afirmaciones en contra, la vida no comienza en el momento de la concepción; es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de la Tierra, hace 4.600 millones de años. Tampoco la vida humana comienza en la concepción, sino que es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de nuestra especie, hace cientos de miles de años. Más allá de toda duda, cada espermatozoide y cada óvulo humanos están vivos. Es obvio que no son seres humanos, pero lo mismo podría decirse de un óvulo fecundado.

Un espermatozoide y un óvulo no fecundado comprenden conjuntamente toda la dotación genética de una persona. En ciertas circunstancias, tras la fecundación pueden llegar a convertirse en un bebé. Sin embargo, la mayoría de óvulos fecundados aborta de modo espontáneo. La conclusión del desarrollo no está garantizada. Ni el espermatozoide ni el óvulo aislados, como así tampoco el óvulo fecundado, pasan de ser un bebé o un adulto potenciales. ¿Por qué, pues, no se considera asesinato destruir un espermatozoide o un óvulo si uno y otro son tan humanos como el óvulo fecundado producido por su unión, y en cambio sí se considera asesinato destruir un óvulo fecundado, aunque sólo sea un bebé en potencia?



¿Significa esto que la masturbación es un asesinato en masa? ¿Qué decir, entonces, de las poluciones nocturnas o del simple acto sexual? ¿Muere alguien cuando cada mes se expulsa el óvulo no fecundado?


A la luz de tal tecnología, ¿sería un crimen en masa la destrucción de células potencialmente clonables? ¿Y el derramamiento de una gota de sangre?


A los enemigos del aborto les preocupa que, una vez autorizado el inmediato a la concepción, ninguna argumentación lo impida en cualquier momento subsiguiente del embarazo. Temen que un día resulte admisible matar a un feto que sea, inequívocamente, un ser humano.


Otra pendiente resbaladiza es aquella a la que llegan los antiabortistas dispuestos a hacer una excepción en el caso angustioso de un embarazo fruto de la violación o el incesto. Ahora bien, ¿por qué debería depender el derecho a la vida de las circunstancias de la concepción? ¿Puede el Estado decidir la vida para la prole de una unión legítima y la muerte para la concebida por la fuerza o la coerción, cuando en ambos casos se trata de la vida de un niño? ¿Cómo puede ser esto justo? Por otra parte, ¿por qué no hacer extensiva a cualquier otro feto la excepción que se aplica a éstos? A tal motivo se debe en parte el que algunos antiabortistas adopten la postura, considerada indignante por muchas otras personas, de oponerse al aborto en cualquier circunstancia (excepto, quizá, cuando corre peligro la vida de la madre).


En todo el mundo, la causa más frecuente de aborto es, con mucho, el control de la natalidad. ¿No deberían, entonces, los adversarios del aborto distribuir anticonceptivos y enseñar su uso a los escolares? Ése sería un medio eficaz de reducir los abortos.


La búsqueda de un criterio éticamente sólido y no ambiguo acerca de si el aborto es admisible en algún momento tiene profundas raíces históricas. Con frecuencia, y sobre todo en la tradición cristiana, esta búsqueda estuvo ligada a la cuestión del instante en que el alma penetra en el cuerpo, materia no demasiado susceptible de investigación científica y tema polémico incluso entre teólogos eruditos. Se ha afirmado que la infusión del alma tenía lugar en el semen antes de la concepción, durante ésta, en el momento en que la madre percibe por vez primera los movimientos del feto en su seno y en el nacimiento mismo o incluso más tarde.

El Talmud judío enseña que el feto no es una persona y, en consecuencia, carece de derechos. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo —que abundan en prohibiciones en extremo minuciosas respecto a la indumentaria, dieta y palabras— no aparece una sola mención que prohíba de modo específico el aborto. El único pasaje que menciona algo relevante en este sentido (Éxodo 21: 22) declara que si surge una pelea y una mujer resulta accidentalmente lesionada y aborta, el responsable debe pagar una multa. Ni san Agustín ni santo Tomás de Aquino consideraban homicidio el aborto en fase temprana (el último basándose en que el embrión no «parece» humano). Esta idea fue adoptada por la Iglesia en el Concilio de Vienne (Francia) en 1312 y nunca ha sido repudiada. La primera recopilación de derecho canónico de la Iglesia católica, vigente durante mucho tiempo (de acuerdo con el notable historiador de las enseñanzas eclesiásticas sobre el aborto, John Connery, S. J.) sostenía que el aborto era homicidio sólo después de que el feto estuviese ya «formado», aproximadamente hacia el final del primer trimestre.

Sin embargo, cuando en el siglo XVII se examinaron los espermatozoides a través de los primeros microscopios, parecían mostrar un ser humano plenamente formado. Se resucitó así la vieja idea del homúnculo, según la cual cada espermatozoide era un minúsculo ser humano plenamente formado, dentro de cuyos testículos había otros innumerables homúnculos, y así ad infinitum.
En parte por obra de esta mala interpretación de datos científicos, el aborto, en cualquier momento y por cualquier razón, se convirtió en motivo de excomunión a partir de 1869. Para la mayoría de católicos resulta sorprendente que la fecha no sea más remota.

Si uno mata deliberadamente a un ser humano, se dice que ha cometido un asesinato. Si el muerto es un chimpancé —nuestro más próximo pariente biológico, con el que compartimos el 99,6 % de genes activos— cualquiera, entonces no es asesinato. Hasta la fecha, el asesinato se aplica sólo al hecho de matar seres humanos. Por eso resulta clave en el debate sobre el aborto la cuestión del momento en que surge la personalidad (o, si se prefiere, el alma). ¿Cuándo se hace humano el feto? ¿Cuándo emergen las cualidades distintivamente humanas?

Cada uno de nosotros partió de un punto. Un óvulo fecundado tiene aproximadamente el tamaño del punto que hay al final de esta frase. La unión trascendental de espermatozoide y óvulo suele tener lugar en una de las dos trompas de Falopio. Una célula se convierte en dos, dos se convierten en cuatro, etc. (una aritmética exponencial de base 2). Hacia el décimo día el óvulo fecundado se ha trocado en una especie de esfera hueca que se encamina hacia otro reino, el útero. A su paso destruye tejidos, absorbe sangre de los vasos capilares, se baña en la sangre materna, de la que extrae oxígeno y nutrientes, y se fija como una especie de parásito a la pared del útero.

¿Cuándo accede, pues, un feto a la personalidad, habida cuenta de que sólo una persona puede ser asesinada?

Lo malo de estos hitos del desarrollo no es sólo que sean arbitrarios: más inquietante resulta el hecho de que ninguno implica características exclusivamente humanas, al margen de la cuestión superficial de la apariencia facial. Todos los animales reaccionan ante los estímulos y se mueven a su antojo. Muchos son capaces de respirar. Sin embargo, eso no impide que los matemos por miles de millones. Los reflejos, el movimiento y la respiración no son lo que nos hace humanos.


El pensamiento es nuestra bendición y nuestra maldición, y nos hace ser lo que somos.


Mediante la colocación de electrodos inofensivos en la cabeza de un individuo, los científicospueden medir la actividad eléctrica emanada de la red de neuronas cerebrales. Diferentes tipos de acción mental revelan distintas clases de ondas cerebrales, pero las pautas regulares típicas del cerebro humano de un adulto no aparecen en el feto hasta cerca de la trigésima semana del embarazo, hacia el comienzo del tercer trimestre. Hasta entonces, los fetos, por vivos y activos que parezcan, carecen de la necesaria arquitectura cerebral. Todavía no pueden pensar. Aceptar que se puede matar cualquier criatura viva, en especial una que más tarde tal vez se convierta en un bebé, es problemático y doloroso, pero hemos rechazado los extremos «siempre» y «nunca», y eso nos coloca, querámoslo o no, en la pendiente resbaladiza. Si tenemos que optar por un criterio de desarrollo, aquí es donde hay que trazar la raya: cuando se hace posible un mínimo asomo de pensamiento característicamente humano.


¿Cuál fue el razonamiento en el caso Roe contra Wade? No reconocía peso legal a lo que suceda con los niños una vez nacidos o con la familia. El tribunal determinó, en cambio, que el derecho de una mujer a la libertad de reproducción se halla protegido por la garantía constitucional de su intimidad. Ahora bien, ese derecho no es omnímodo. Hay que sopesar la garantía de intimidad de la mujer y el derecho a la vida del feto, y cuando el tribunal consideró la cuestión otorgó prioridad a la intimidad en el primer trimestre y a la vida en el tercero. La transición no se estableció según las consideraciones tratadas hasta ahora en este capítulo: cuándo sucede la «infusión del alma» o en qué momento reviste el feto suficientes rasgos humanos para ser protegido por la legislación contra el asesinato. El criterio adoptado fue, por el contrario, si el feto podía vivir fuera de la madre. Esto es lo que se denomina «viabilidad», y depende en parte de la capacidad de respirar. Sencillamente, los pulmones no están desarrollados y el feto no puede respirar —por muy perfeccionado que fuese el pulmón artificial de que se le dotase— hasta cerca de la vigésimo cuarta semana, hacia el comienzo del sexto mes. Es por esto por lo que la legislación estadounidense permite a los estados prohibir los abortos en el tercer trimestre. Se trata de un criterio muy pragmático.


Según la argumentación, si en una cierta etapa de la gestación pudiese ser viable el feto fuera del útero, entonces su derecho a la vida se impondría al derecho de la mujer a la intimidad. Ahora bien, ¿qué significa «viable»?


A nuestro juicio, el argumento de la viabilidad no puede determinar de manera coherente cuándo son admisibles los abortos. Se requiere otro criterio. Una vez más, ofrecemos la consideración del primer atisbo de pensamiento humano.


Cuando apareció este artículo en Parade, iba acompañado de un recuadro con un número de teléfono al que podían llamar los lectores para manifestar sus opiniones sobre el aborto. Se recibieron nada menos que 380.000 llamadas. Había cuatro opciones: «el aborto tras la concepción es un asesinato», «una mujer tiene derecho a optar por el aborto en cualquier momento de su embarazo», «debería permitirse el aborto durante los tres primeros meses de embarazo» y «debería permitirse el aborto durante los seis primeros meses de embarazo». Parade aparece en domingo, y para el lunes las opiniones estaban bien repartidas entre estas cuatro opciones. Luego Pat Roberton, un evangelista integrista aspirante a la candidatura presidencial republicana de 1992, compareció en su programa diario de televisión apremiando al público a tirar Parade a la basura y lanzando con claridad el mensaje de que matar un cigoto humano es asesinato. Se salieron con la suya. A la actitud de la mayoría de norteamericanos, por lo general favorable a la elección —como repetidamente muestran los sondeos de opinión demográficamente controlados y reflejada en los primeros resultados de las llamadas— se impuso de manera abrumadora una organización política.

Mi respuesta a Carl Sagan (ojalá estuviera vivo para leerla y meditar algunas de sus burradas):

El feto se hace humano desde el momento mismo de la fecundación, en base a que, si no existe ningún obstáculo natural o artificial para su desarrollo, este terminará naciendo como una persona. Así de sencillo.

En otras palabras, si dejamos que el proceso de gestación se lleve a cabo sin interrupciones, acabará por nacer un bebé humano.

Aquí no hay término medio, el aborto es un asesinato y el Estado tiene el deber de proteger a esa persona que se está gestando.

"A veces creo que hay vida en otros planetas, y a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos la conclusión es asombrosa." Carl Sagan.
Si esto mismo lo aplicamos al aborto, entonces Sagan diría: "A veces creo que el aborto es asesinato, y a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos la conclusión es asombrosa."