lunes, 23 de junio de 2008

El ultimátum alemán

El nuevo año 1941, con media España sumida en el hambre y la penuria, nace bajo un temporal de nieve y frío que entonces solía llamarse "siberiano"
El 21 de diciembre, Hitler había celebrado una reunión con sus altos consejeros militares Keitel, Jodl y Raeder. El enemigo -les dice- avanza por doquier: Grecia, Albania, Libia, Africa oriental. El almirante Raeder, que es el militar alemán con mayor visión estratégica, insiste en que la solución para los problemas del sur es el cierre del Mediterráneo en Gibraltar. Hitler decide presionar de nuevo a Franco en ese sentido y en carta de 31 de diciembre de 1940 se lo comunica así a Mussolini. El 9 de enero dice el Führer a sus generales: "La actitud de España se ha vuelto vacilante, pero aunque parezca muy difícil conseguirlo, intentaremos otra vez que entre en la guerra". En la carta a Mussolini censura duramente a Franco a quien llama "vendido al enemigo por la promesa de alimentos".
El 18 de enero y tras un sorprendente telegrama del encargado de negocios en Madrid (von Stohrer iba de viaje a Berlín) el general Halder anota que quizá pueda resucitarse la operación Félix. En ese telegrama se subrayan las supuestas disensiones en el seno del gobierno español, se atribuye a Franco la idea, contradicha por Serrano, de intentar el equilibrio de todas las tendencias políticas viables. Esto era verdad; así había hecho Franco desde su designación el 1 de octubre de 1936 y el supuesto monopolio político de Falange estaba sólo en la mente de los falangistas, que tardarían aún muchos años en renunciar a algo que nunca habían poseído. Es probable que Hitler pretendiera ahora aprovechar las supuestas dificultades políticas en las alturas del régimen, entre las que destacaba una: la oposición permanente de los ministros militares contra Serrano Suñer. Mientras tanto, el diario oficioso emprende una vigorosa campaña contra la injusticia en la distribución de los racionamientos. "No llega a las clases humildes -apunta el 18 de enero Arriba- la cantidad asignada". Ante la desastrosa actuación italiana en Grecia y Libia, Hitler convoca a Mussolini para el 19 de enero. Pero no insulta a Mussolini sino a Franco, a quien llama "incapaz y esclavo de la Iglesia católica" además de atribuirle poca fe en sí mismo. Pide a Mussolini una gestión personal para convencer a Franco de que entre en la guerra. Ciano comenta en su diario: "Nos ha correspondido la dura misión de hacer regresar al hijo pródigo español". No le bastaba a Hitler con la intercesión italiana y demuestra su desesperación enviando a Franco un nuevo ultimátum después de los que le había transmitido poco antes por boca de Serrano Suñer y del almirante Canaris. No otra cosa es el memorándum que ha recogido el embajador von Stohrer en Berlín y entrega a Franco en su audiencia, solicitada con suma urgencia, el 20 de enero de 1941. "Para España acaba de sonar la hora histórica. Ha de tomarse una decisión inmediatamente, sin embargo el ministro (Ribbentrop) ha concedido para esto cuarenta y ocho horas". Franco no acepta el ultimátum ni el plazo, responde que necesita tiempo para contestar y así lo transmite el embajador de Alemania a Berlín.
Al recibir el telegrama, Hitler y von Ribbentrop saltan. El ministro dicta un nuevo ultimátum de seis puntos, abiertamente insultante. "Sin ayuda de Hitler y Mussolini hoy no habría ni España nacional ni Caudillo". El quinto punto era éste: "El Führer y el gobierno alemán están profundamente disgustados por la equivoca y vacilante actitud de España". El sexto: "El gobierno alemán actúa de esta manera a fin de evitar que España emprenda a última hora un camino que, según su firme convicción, sólo puede terminar en catástrofe; pues a menos que el Caudillo decida inmediatamente unirse a la guerra de las potencias del Eje, el gobierno alemán no puede sino prever el fin de la España nacional".
Von Stohrer, que conoce el terreno, consigue que Ribbentrop dulcifique algo la redacción del punto sexto antes de entregar a Franco el ultimátum en presencia de Serrano. Aun así Franco estalla fríamente: "Estas afirmaciones son muy graves y no son ciertas", recusa, en la audiencia más breve y seca que recuerda el embajador. A continuación centra el problema en el único terreno apto para un gobernante español: "Independientemente de los favores pasados y de la gratitud por ellos, todo espíritu honrado se permite una sola cosa: seguir el camino que más interesa a la nación". Franco, con la huella de Africa siempre candente en su espíritu, tenía un nuevo dato para fijar ese camino: desde diciembre, el general Wavell arrollaba a los italianos en Egipto y luego en Libia y en la fecha del ultimátum alemán, 21 de enero, los británicos reconquistaban Tobruk.
Berlín no aprende nada. El 24 de enero Ribbentrop exige una nueva audiencia de Stohrer con Franco para entregar un nuevo ultimatum,: "El Reich pide, una vez más, al general Franco una respuesta clara". Pero Franco no recibe al embajador hasta el 27 de enero, junto a Serrano; entona una vez más la lista de exigencias, con una variante: la dureza del invierno español influiría negativamente en la penetración alemana. Ahora, de forma bien preparada, Franco se indigna de nuevo y acaba de forma no muy original, pidiendo una nueva misión de consejeros militares. Von Ribbentrop no se lo cree y pide a su embajador "una declaración precisa de si usted ha leído al general Franco palabra por palabra los mensajes del gobierno alemán". Y exige una vez más a von Stohrer que fuerce a Franco para obtener una sencilla respuesta a la petición de que España entre en la guerra; sí o no, nada menos.
Ante el callejón sin salida, Stohrer decidió muy prudentemente abandonar la gestión, y la operación Félix volvió al archivo. Pero Hitler y sus consejeros intentarán resucitarla más de una vez a lo largo del año 1941 .

Artículo basado en la obra de R. de la Cierva encontrado en la red y que me he tomado la libertad de copiar y pegar.

No hay comentarios: