viernes, 19 de septiembre de 2008

Derecho a un cuerpo propio. IV

Dice la Dra. Clarissa Pinkola Estés, que no se puede abordar la cuestión del alma femenina moldeando a la mujer de manera que se adapte a una forma más aceptable según la definición de nuestra cultura globalizada. Esta situación de modelar a la mujer según patrones externos, ya ha dado lugar a que millones de mujeres que empezaron siendo unas potencias fuertes y naturales, se hayan convertido en unas extrañas en sus propias culturas.
(...)nada es totalmente blanco o negro, olvidando que existen grises. Y lo que es más importante, sin consultar nuestros sentimientos para saber si acordamos desde la cabeza o desde el corazón.
(...)las mujeres tenemos poca experiencia en habilitarnos tal como somos, entonces apelamos y nos refugiamos en el ideal de belleza existente que aprueba sólo una clase de hermosura y sólo una clase de ser mujer.
Aprobar una sola clase de belleza, equivale en cierto modo a no prestar atención a la naturaleza. No puede haber una sola clase de pájaro, una sola clase de pino, una sola clase de lobo. No puede haber una sola clase de niño, de hombre o de mujer. No puede haber una sola clase de pecho, de cintura, de piel.

Cada ser humano tiene como herencia la forma y la configuración corporal de sus antepasados. Si odia su cuerpo, odia su historia. El ideal único de belleza tiene como consecuencia un batallón de mujeres angustiadas que se fastidian con su cuerpo. Está claro que si no amamos nuestro cuerpo, nadie nos podrá amar plenamente, porque no estamos atrayendo esa energía.

Igualmente en el campo laboral y social, muchas veces nos insertamos con la energía masculina, olvidando la dicha de la pertenencia al mundo femenino. No es tomando el modo del varón como acertaremos en nuestros emprendimientos, de cualquier índole que estos sean.

SER MUJER SIGNIFICA, establecer un territorio, encontrar su propio grupo, estar en el propio cuerpo con certeza y orgullo, cualesquiera que sean los dones y las limitaciones físicas, hablar y actuar en nombre propio, ser conciente y estar en guardia, echar mano de las innatas facultades femeninas de la intuición y la percepción, recuperar los propios ciclos, descubrir qué lugar le corresponde a una, levantarse con dignidad y conservar la mayor conciencia posible.

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