(...)En la primera parte de los años 90, cuando, tras una larga etapa de gobierno del PSOE, el número de desempleados llegó a rozar los cuatro millones, era frecuente que alguien explicase de este modo su situación y su propósito:
“Sí, estoy en paro desde hace tiempo, vivo a costa de mi padre hasta que pueda hacerlo a costa de mi hijo”.
(...)Si se entresaca a uno de esos votantes del PSOE y se le pide que actualice el chascarrillo de principio de los 90, alusivo a la propia responsabilidad y a su relación con la familia, lo más probable es que, de acuerdo con la educación recibida y las consignas que se le han ido inculcando, nos encontrásemos con esto:
“Yo sólo quiero saber de mi abuelo, muerto en el año 38 a mano de los fascistas y enterrado no se sabe dónde; mi padre, al que odio, lo tengo hace tiempo en una residencia y en cuanto pueda lo pongo en lista de espera para la eutanasia; de mis hijos es imposible que os diga nada, no tengo ninguno y por lo tanto no me interesa ese tema. Mi pareja va por su tercer aborto, ella no quiere hijos. Cada vez que le hablo del asunto, me contesta lo mismo: ‘Nosotras parimos, nosotras decidimos’. Y tiene razón, porque cada uno es dueño de su cuerpo”.(...)
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