martes, 5 de agosto de 2008

Las Trece Rosas…. ROJAS son. Las “flores del mal”.

LA PELÍCULA.
Hay muchas maneras de reescribir la Historia. La película de las "Trece Rosas" es una de ellas. Película en aras de llenar las salas de cine o de ayudar a Zapatero a "vender" una floja Ley de Memoria Histórica.

Sospechoso fue el retraso del estreno de la película, inicialmente previsto para septiembre pero pospuesto hasta octubre sin razón aparente. La razón parece estar clara: había que esperar a las fechas en las que se llegara a un acuerdo sobre la citada Ley.

De hecho, dicen las malas lenguas que la huelga de los guionistas de EE.UU. ha venido motivada, precisamente, por haber visto "Las trece rosas", exigiendo que la palabra "Guión" desaparezca de los títulos de crédito para que, en su lugar, aparezca la leyenda "Panfleto", "Mamarrachada" o "Sinvergonzonería".

Además de que hay poca carga dramática, la misma película la contrarresta con canciones, sonrisas, alegrías y demás. Las trece rosas no sufren en la cárcel, son felices, cantan juntas, bailan… Al final, de repente, son condenadas a muerte. Uno entiende lo que ya he dicho, que el director y guionista querían que nos enterneciéramos con ellas para luego llorar en la escena más importante, le ejecución. Pero no es así porque el espectador no acaba de creerse del todo lo que le están contando.

Y, desde luego, como película, es un nuevo torpedazo más en la línea de flotación del cine español, que reúne todo el compendio de vicios y miserias que han convertido a nuestra cinematografía patria en el mejor repelente para el espectador: es maniquea, aburrida, pobre y está increíblemente mal escrita, peor interpretada y aún peor dirigida.

"Las Trece Rosas", además de ser un fraude y un fiasco, una decepción, un timo y una pena, es, en una palabra, una bazofia.

Obras como Las Trece Rosas se dejan llevar por la tentación de un ajuste de cuentas que podría ser visto incluso como “justo” por una buena parte del público a partir del hipotético caso de que se da la palabra a quienes no tuvieron derecho a ella antes. Y si bien pretenden que se difunda una historia que, de todos modos, estaba llamada a ser generalmente difundida tarde o temprano, no hay que olvidar introducir el punto de vista de los llamados “verdugos” para justificarlos a ellos también en su papel histórico, para comprender verdaderamente esos “crímenes”, conocer la lógica de los vencedores y las razones para continuar la represión durante la posguerra.

LOS DIRIGENTES DEL PCE SE EXILIAN Y TOMAN EL RELEVO LOS JÓVENES.
El origen de la tragedia de las Trece Rosas se halla en la decisión tomada por el Buró Político del Partido Comunista de España (el principal órgano de dirección del PCE) en febrero de 1939 de hacer que sus principales dirigentes se exiliasen antes de que las fuerzas franquistas llegasen a Madrid. El PCE quiso en ese momento dejar en la capital de España una organización compuesta por jóvenes militantes poco conocidos. Tal decisión fue tomada a raíz del rechazo categórico de los franquistas a negociar la rendición de la capital, lo que había sido propuesto por el Consejo Nacional de Defensa el 8 de marzo de 1939. Fue así como el mando del partido en Madrid fue otorgado en un primer momento a Matilde Landa Vaz (conocida como Elvira, de 35 años y detenida tan solo algunos días después de su nombramiento, exactamente el 4 de abril de 1939), y a Joaquín Rodríguez López (de 36 años, como secretario de organización del Comité Provincial de Madrid). Se cree que este último fue quien denunció a Elvira. Como estas dos personas fueron detenidas muy pronto, se decidió nombrar jefe del PCE en Madrid a Francisco Sotelo Luna (alias Cecilio, de 40 años), detenido también poco después de su llegada a la capital. Con Cecilio estaba Federico Bascuñana como enlace entre el PCE y las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y tres de las Trece Rosas: Carmen como "responsable femenina", Pilar como responsable de la creación de pequeños grupos, llamados "sectores", de las JSU en las diferentes zonas de la capital, y Dionisia como la persona que debía hacer de enlace entre todos ellos.
Por tanto, bajo la dirección del PCE se encontraban en las JSU antiguos militantes de la Unión de las Juventudes Comunistas y de la Federación de las Juventudes Socialistas que se juntaron en marzo de 1936 con el nombre único de Juventudes Socialistas Unificadas. Justo al finalizar la contienda, la misión general de las JSU era localizar a compañeros que corrían peligro, ayudar a sus familias y protegerlas, a la espera de conocer las medidas que los vencedores adoptarían, esperando también a que se reorganizase el PCE, que creía que el general Franco no permanecería mucho tiempo en el poder cuando la guerra estallase en Europa.

DELATORES Y DETENCIONES.
Cuando Severino Rodríguez, a la cabeza de las JSU como secretario general, fue detenido, denunció a compañeros que denunciaron a su vez a otros, poniéndose así en marcha la inevitable cadena de detenciones. Severino Rodríguez fue sustituido por José Pena Brea, quien, pese a su juventud (21 años), había adquirido una gran experiencia de la guerra en Brunete y en Guadalajara, habiendo conocido también la prisión en Alicante. Llegó a Madrid el 10 de abril de 1939 y fue detenido un mes más tarde, el 11 de mayo, víctima seguramente de otra delación. Su confesión fue la que permitió que se detuvieran casi inmediatamente a todos los demás dirigentes de las JSU que quedaban, quienes no tuvieron prácticamente tiempo de reaccionar. De esta manera, el 16 de mayo de 1939, empezaron las detenciones de las Trece Rosas con las de Pilar, Ana, Virtudes, Dionisia y Carmen; Cecilio, Severino Rodríguez, Pena Brea y Bascuñana serían también ejecutados el mismo día que las Trece.

INTENTO DE REORGANIZACIÓN SOCIALISTA Y COMUNISTA.
Tras la caída de Madrid en manos de las tropas franquistas y el fin de la guerra, las Juventudes Socialistas Unificadas intentaron reorganizarse clandestinamente bajo la dirección de José Peña Brea, de 21 años. Tras el golpe de Estado del coronel Casado y el fin de la guerra, los dirigentes del PCE y las JSU habían abandonado España, dejando la organización en manos de militantes poco significados, los cuales, esperaban, podrían pasar más desapercibidos. José Peña, secretario general del comité provincial de las JSU, fue detenido por una delación, y dio todos los nombres que sabía. Roberto Conesa, policía infiltrado en la organización, colaboró también en la caída de la organización (Conesa fue posteriormente comisario de la Brigada Político Social franquista y ocupó un cargo importante en la policía durante los primeros años de la democracia). La práctica totalidad de la organización clandestina cayó de este modo, sin apenas posibilidad de reorganización. La mayor parte de los detenidos aún no había tenido tiempo de integrarse en la organización clandestina o apenas acababan de hacerlo. A la captura de los militantes ayudó el hecho de que los ficheros de militantes del PCE y las JSU no habían podido ser destruidos, debido al golpe de Estado casadista, y fueron tomados por los franquistas al tomar Madrid. Entre los detenidos se hallaban las Trece Rosas, que fueron arrestadas y conducidas a la cárcel de mujeres de Ventas.

ASESINATO TERRORISTA DE GABALDÓN.
El 27 de julio, Isaac Gabaldón, comandante de la Guardia Civil, inspector de policía militar de la 1ª Región Militar y encargado del "Archivo de Masonería y Comunismo" (archivo que agrupaba los documentos recopilados por las tropas de Franco en su avance durante la guerra), su hija y su chófer fueron asesinados en Talavera de la Reina, crímen del que se acusó a tres militantes de las JSU. Como represalia, 56 jóvenes de las JSU encarcelados (en su mayor parte antes del asesinato), entre los que se encontraban las Trece Rosas, fueron llevados a juicio ante un Tribunal Militar el 3 de agosto (expediente 30.426), acusados de reorganizar las JSU y el PCE para cometer actos delictivos contra el "orden social y jurídico de la nueva España", y condenados, por "adhesión a la rebelión", a pena de muerte. En la madrugada del 5 de agosto de 1939, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, fueron fusilados los 56 miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas, entre los que se encontraban las Trece Rosas.
Los verdaderos autores del asesinato de Gabaldón eran tres hombres conocidos como "los Audaces", serían, de hecho, detenidos un poco más tarde, el 1 de julio, pero no serían identificados como los autores del triple crimen y no fueron ejecutados sino dos días después de las Trece Rosas, el 7 de agosto, con otros jóvenes dirigentes de las JSU.

LAS TRECE ROSAS ROJAS.
Eran Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente.
Lo primero, doce de la Trece Rosas eran todas militantes de la JSU, comprometidas con el partido y con su manera de ver la vida, hasta el punto de mantener su militancia en la clandestinidad para intentar reconstruir la organización, la única no militante de la JSU Blanca Brisac, tenía relaciones con el PCE a través de su marido Enrique García Maza ("Agudo" fusilado en la misma madrugada del 5 de Agosto) que participaba en reuniones y actividades con otros comunistas músicos y miembros del Sindicato de Profesores de Orquesta.

La gran mentira es decir que murieron por la libertad. Se insiste en que los estalinistas, racistas, golpistas y demás componentes del Frente Popular defendían la libertad y la democracia.

Cuando vinieron sus verdugos las trece salieron gritando "VIVA LA REPÚBLICA".

Resultó ser la propia familia de Blanca la que denunció al marido de esta por ser un simple músico indigno para ellos de casarse con Blanca. Por ello, la cuñada de Blanca se inventó que el marido de ésta preparaba un atentado contra Franco.

Adelina sigue el consejo de su padre de entregarse a los franquistas para evitar represalias más graves, cuando en realidad lo que pretende su padre es hacer méritos ante estos para evitar que lo inculpen a él mismo. Adelina sabe que su padre puede ser llamado a formar parte de los pelotones de fusilamiento de la posguerra para demostrar de esta manera su adhesión a los franquistas, y es la única que acepta su papel de víctima propiciatoria desde el principio al entregarse a la policía voluntariamente, consciente de que está ayudando a su padre, y pensando que así quizá pueda salvarse ella también. Su padre lamentará después en vano el haber sido tan cobarde.


NO ES LO MISMO
No son iguales las personas asesinadas por asistir a una iglesia, que sus matadores posteriormente ajusticiados. No es lo mismo. No es lo mismo la víctima de violación, que sus violadores posteriormente juzgados y condenados. No es lo mismo la víctima de un robo, que su ladrón posteriormente juzgado y condenado. No es lo mismo. Y a los criminales juzgados y condenados, no hay que hacerles Justicia, pues ya la tuvieron.

Parece mentira que a nadie le duela que se mate un comandante de nuestro cuerpo de la Guardia Civil y a su hija, sin contar a un noble obrero cumpliendo con su trabajo. Pero esas personas no cuentan por ser nacionales y auténticos patriotas españoles, ¿no?.

¿Para cuándo un documental o película sobre los asesinatos cometidos por el PSOE y el PCE?.

Si continuamos por el camino del “y tú más”, sólo conseguiremos reavivar los odios entre unos y otros. ¿Cuándo dejaremos a los muertos en paz?.

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