"¿Dónde puedo encontrar un hombre gobernado por la razón y no por los hábitos y los deseos?". – Khalil Gibran
"Si Dios fuese el dictador, lo mejor sería la Dictadura; y si todos fuésemos ángeles, la anarquía".
En mi casa nunca se habló mal de Franco y recuerdo el día de su muerte como si fuera ayer; yo todavía era un niño. Desde su muerte empecé a interesarme por su vida y sus obras. Fui franquista casi desde que murió.
En los primeros años de mi vida política pensaba que el centro-derecha era la solución contra una izquierda que resurgia con fuerza. Los movimientos antifranquistas pisaban sin piedad y los que queríamos resistir pensamos que camuflarnos bajo otras siglas que no recordásen al régimen de Franco era la única alternativa pacífica.
Así hubo gente que se afilió a UCD o AP(ahora PP), con la esperanza de derrotar por mayoría democrática a la izquierda acechante.
Pasan los años, y movido por el afán de salvar al país del yugo socialista, me afilio a Nuevas Generaciones del Partido Popular en la comarca valenciana, donde residía.
Tras varios años de reuniones, mítines, sesiones a pegar carteles, eleciones como interventor, etc.; descubro la cruda realidad de la política. Hay tiranteces, escisiones, y grandes enemistades irreconciliables entre miembros del mismo partido y del mismo pueblo. Descubro que esto se hace extensible a la capital, Valencia, y a casi todo el conjunto del territorio nacional.
Veo con gran decepción y con mis propios ojos que las personas que dicen representar unos valores y unos principios o a un partido político, sólo buscan el bien para sí mismas. A esta gente, el pueblo les importa un pimiento morrón. Y cuanto más alto es el cargo que ostentan, menos piensan en nosotros.
Esto que acabo de contar es una experiencia personal; pero es igualmente aplicable a cualquier partido político de cualquier sigla o ideología.
De todas formas no pierdo la fe en algunas personas que todavía son íntegras y luchan contra los elementos para levantar esta España tan nuestra.
Y, como evitarlo, al final uno llega a la conclusión de que en política no se puede votar al mejor, sino al menos malo.
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